“Ver lo que está delante de nuestros ojos
requiere un esfuerzo constante” George Orwell.
George Orwell fue más que un escritor, un
visionario que se adelantó a los parámetros del pensamiento de su época, y
llegó a vaticinar a través de sus obras muchas de las situaciones actuales que
tenemos asumida desde la normalidad más profunda, pero que en la sociedad y
época de donde procedía Orwell, a pesar de la herencia clasista que arrastraba
la Gran Bretaña en la primera mitad del Siglo XX, pasaban como un futuro
distópico y ficticia que nunca llegaría.
¿Cómo es la experiencia de confinamiento para
un adolescente?, ¿dicha experiencia tiene el mismo efecto en ellos que en
adultos o niños?, ¿cómo influye el confinamiento en su personalidad y actitud?
Son preguntas que se deben tener en cuenta en los hogares donde la situación de
confinamiento se desarrolle junto con personas adolescentes, porque ahora, los
actos y las palabras de estos jóvenes, influirán más que nunca en la vida
dentro del hogar. Muchos de estos chicos y chicas, vive la situación de
confinamiento como un extracto de la novela de Orwell titulada 1984, sintiendo
que la observación sobre ellos se ha intensificado de forma omnipresente, sobre
todo cuando los que somos la autoridad perdemos en ciertos momentos las riendas
de la situación e invocamos a los/las coroneles que llevamos dentro, escupiendo
frases odiosas como “esto es lo que hay”, “no te quiero escuchar más”, o “que
te calles de una vez”.
Para que el hogar se mantenga cuerdo, todos
debemos de estarlo, y al igual que en el cuerpo humano, si sentimos que
una pierna estorba a una mano, el
problema no es de ninguna de esas extremidades, sino de que algo falla en el
órgano principal donde se fraguan los pensamientos y sensaciones, y la solución
muchas veces es tan sencilla como el comenzar a usar dicho órgano, así que
pongámonos a pensar y a empatizar, porque no existe ningún manual para
configurarnos cuando se nos priva de desarrollar nuestra vida fuera del hogar.
¿Cómo influye la situación laboral en dicha
problemática? La mayoría de los trabajos no contempla esta perspectiva, e incluso los mismo jefes, encargados,
directivos o empresarios, se encuentran en la misma situación que nosotros o
incluso peor, porque su responsabilidad es mayor que la nuestra en gran medida,
disminuyéndose su capacidad de reacción ante situaciones de tensión en casa con
jóvenes y adolescentes, cortando por lo sano con todas las consecuencias,
porque no hay tiempo ni energía para discutir hablar y razonar dichas
situaciones; aquí se aprecia los tintes de la sociedad distópica orweliana, que
afloran en la toma de decisiones de las personas, donde la familia es un
producto social, y por tanto toda acción debe anteponer las premisas de las
organizaciones empresariales a las que pertenecemos, porque asumimos que son
nuestro “gran hermano”, a nuestras familias, aunque estas se deshagan quemándose
entre los beneficios económicos que muchas veces no son suficiente.
Lawrence Stenhouse, exponía que la escuela es
un distribuidor de conocimiento más que un fabricante del mismo, y extrapolando
estas palabras a través del filtro de la pedagogía al hogar, podemos vislumbrar
a la familia como elemento de aprendizaje común mediante las experiencias,
pensamientos y estados emocionales en los que cada uno de los miembros se
encuentra, y no como una fábrica donde el jefe ordena y los demás producen. La
familia no es una organización donde se firma un contrato que especifica
nuestras labores en ella y los beneficios que nos llevamos a cambio; La familia
es aprendizaje desde el amor, es sacrifico sin esperar nada a cambio, es la
preocupación por lo que siente cada miembro, y es la individualización del amor
con cada uno de ellos, por eso, no podemos convertirnos en el “gran hermano”
que dicta como se ha de vivir en casa, sino en distribuidores de conocimiento y
aprendizaje dentro de ella.
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