“El amor es una tela decorada con la naturaleza y bordada por la imaginación” Voltaire.
La
forma más sana y profunda de aprendizaje se observa en la mirada prístina de
los hijos e hijas hacia sus progenitores. Este es un gesto de amor que pasa
desapercibido, y que, en ocasiones, nosotros, padres y madres, obviamos ante la
gran carga de actividad y responsabilidades que llevamos en nuestra mochila
diaria. Además, representa una experiencia de aprendizaje reveladora no solo
para nuestros hijos, sino también para nosotros, porque observando dicha mirada
y sintiéndola, aprendemos a aprender, y es entonces cuando nuestro proceso de
enseñanza-aprendizaje se renueva en su significado, y evita que se pudra como
el agua estancada de un estanque.
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No solo se mira con los ojos, necesitamos sentir para mirar con otra perspectiva. |
En
la teoría del aprendizaje
significativo, la persona va añadiendo nuevos conceptos y conocimientos a su
estructura cognitiva, o lo que es lo mismo, interrelaciona los antiguos
conocimientos con los nuevos sin que los anteriores sean sustituidos. David Paul Ausubel fue un
renombrado psicólogo y pedagogo, el cual acuñó el nombre de concepto
inclusor al elemento que une e interrelaciona los conocimientos y conceptos
adquiridos con los que ya se poseían en dicha teoría. Sabiendo esto, podemos
considerar la mirada prístina que se produce entre hijos y padres como el concepto
inclusor que perdemos con el tiempo, y explicando así uno de los motivos por el
que puede desaparecer el sentimiento de curiosidad que nos mueve a buscar y
aprender elementos nuevos para poder desarrollarlos.
El
amor es un sentimiento crucial en el aprendizaje de los más jóvenes, y es un
debate que se evita en nuestro sistema educativo debido a su planteamiento
inicial de productividad y eficacia, así que no nos equivoquemos, el amor no es
productivo porque no crea productos, sino personas, y son estas las que
aprenden y enseñan, y no los productos. Lo mismo habría que plantear si una de
las formas más exactas para considerarnos buenos padres es si cuando los hijos e
hijas alcancen la madurez, estos siguen manteniendo una mirada prístina hacia
sus padres y madres.
Como
actividad pedagógica en esta entrada, propongo una dinámica muy simple, deliciosa
y divertida según queramos que sea.
El de más edad del hogar, deberá enseñar a
cocinar la receta culinaria que más le gusta a los más jóvenes, sin importar si
es muy compleja o sencilla dicha receta, porque el fin de la actividad es
buscar y encontrar la mirada prístina en los más jóvenes del hogar, y conformarla
como concepto inclusor que guíe nuestros actos y pensamientos hacia estos
últimos; como ya se sabe, el estómago es un aliado del amor, por lo que las
condiciones del proceso de enseñanza-aprendizaje se vuelven altamente
favorables. Todas las personas somos docentes en algún aspecto de nuestra vida,
nuestra pasión a la hora de enseñar no solo debe centrarse en lo que enseñamos,
también sobre a quiénes enseñamos, pero esta idea queda fuera de algunos/as galácticos/as
del ámbito educativo, sobre todo en institutos y universidades.
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Somos el reflejo de lo que enseñamos |
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